En
el México encontramos los primeros indicios que nos hablan
sobre el uso de los colores actuales en la bandera.
En
la región michoacana se utilizaba el color verde para sus
diferentes acciones guerreras.
Según
se dice, Tangazhuác, en el reino de Tzintzuntzan se inspiró
en el colibrí cuando la avecilla de sutil plumaje bebía
el néctar de las flores.
Se
cuenta también que Huiquíngari, rey de Pátzcuaro,
escogió el color blanco para sus fines militares cautivado
por el color de las parvadas de gaviotas que acostumbraban revolotear
en las aguas del lago frente a su mansión.
Y
se cuenta, por último, que Hirpan, rey de Cuyucan, escogió
el rojo que le atraía hondamente por el alegre y exótico
plumaje de las guacamayas.
Estas viejas historias aseguran que esos colores eran llevados
en estandartes o banderas por los campos de batallas y cuando
la victoria coronaba la lucha, en solemnes ceremonias se reunían
los monarcas tarascos para premiar al héroe con largos
penachos de plumas de colores verde, blanco y rojo. Era la única
ocasión en que las insignias de victoria ondeaban en el
cielo como lo hace ahora nuestra bandera.