Fuente: Tonda, Juan y De Teresa, Claudia. Fenómenos Naturales, Los temblores. ADN Editores,CNCA, México, 1995.

Imagínate que la Tierra fuera como una gran fruta. Hasta adentro está el núcleo interno, que podríamos decir que es como el huesito de la fruta, formado por materiales sólidos, como las rocas. Luego siguen dos capas que serían como la pulpa: una es el núcleo externo, que es líquido, como la lava de los volcanes, y la otra también es sólida y se llama manto. Y finalmente está la corteza terrestre, que es donde estamos parados, y vendría a ser como la cáscara de la fruta.

Bueno, pues esta corteza está formada por 12 grandes placas que se mueven constantemente. Haz de cuenta que son como las piezas de un rompecabezas que no ajustan bien, sino que se meten unas debajo de otras, provocando entonces los sismos.

Con frecuencia, del interior de la Tierra nacen cadenas montañosas; esto hace que las placas se rompan y se reacomoden, y entonces es cuando surge un temblor, o un terremoto, que es mucho más destructivo.