EL CAMINO DE SANTIAGO
 
En la época medieval era corriente en toda Europa la frase “todos los caminos conducen a Santiago”. Con ella
se aludía a las infinitas rutas que, a través de toda Europa, llevaban a la tumba del apóstol. Los peregrinos, con
su ropa penitencial (sombrero para protegerse del sol y de la lluvia; calabaza para el agua; bastón como apoyo
y defensa y concha, símbolo de la peregrinación) seguían la Vía Láctea que les marcaba el camino a Santiago.
Era esta una tradición
de origen celta, ya que nuestros antepasados iban, desde tiempos inmemoriales al “finis terre” gallego, atraídos por el "religioso horror" de ver apagarse el sol en las aguas del océano.
 
La tradición nos dice que el Apóstol Santiago evangelizó España, y que fue martirizado en Jerusalén, de donde
sus discípulos trasladaron el cuerpo a las tierras que evangelizó, en nave. Esta nave, tras siete días de navegación, llega al “finis terre” celta.
Con el milagroso descubrimiento de su sepulcro a principios del siglo IX, el lugar se transforma en destino de peregrinación, ahora cristiana, para millones de europeos. Los reyes de los pequeños reinos cristianos de la península ibérica favorecen el desarrollo de la ruta de peregrinación, que de esta forma
se transforma en el cordón umbilical de esta apartada región con el resto de la Europa cristiana.
 
Por otro lado, la posibilidad de obtener una Indulgencia plenaria los años en que el 25 de Julio (día del Apóstol) coincide en domingo, impulsa definitivamente las peregrinaciones a Santiago durante la Edad Media. Su popularidad será tal que algunos años los peregrinos superaban en número a la población de las principales ciudades del Camino. Para ayudar a estos peregrinos aparece ya en el siglo XI el Códex Calixtinus, primera “guía turística” de la humanidad, en el que se describe todo lo que un peregrino debe conocer sobre el arriesgado viaje.
Y también se construyen rutas, señalizaciones, puentes, albergues, refugios, iglesias, monasterios, hospitales, cementerios y un gran número de núcleos urbanos, todo ello en la actualidad de un insuperable valor artístico.
 
Es decir,
el paso de estos peregrinos que, movidos por su fe, se dirigían a Compostela desde todos los países europeos, sirvió como punto de partida de todo un desarrollo artístico, social y económico que dejó sus huellas
a lo largo del Camino. S
u importancia en la articulación de nuestro continente es tal que, como dijo Goethe, "Europa se hizo peregrinando a Compostela". Esta es también la razón por la que el Consejo de Europa ha
definido el Camino de Santiago como Primer Itinerario Cultural Europeo y la UNESCO ha declarado a Santiago
de Compostela Patrimonio Cultural de la Humanidad.
 
A partir del siglo XIV, las guerras, la peste negra, el protestantismo y el desinterés llevan al olvido a la ruta jacobea. Pero en los años setenta del siglo XX renace un interés por el Camino de Santiago, interés que no ha cesado
de aumentar, con lo que de 2.500 peregrinos en 1985 se pasa a casi 300.000 en la actualidad
. También se
han recuperado tradiciones medievales, como la
credencial del peregrino, que se entrega a los que hacen
el Camino de Santiago a pie, en bicicleta o caballo y que tiene sus orígenes en las cartas que concedían reyes, infantes, clérigos, papas u otras autoridades como documento de recomendación a los peregrinos y que concedían privilegios al portador y a sus acompañantes durante la peregrinación. Esta credencial s
e puede obtener en las asociaciones, cofradías y refugios en los que ha delegado la Iglesia de Santiago. Con ella también hoy puede
el peregrino acogerse a la hospitalidad de los refugios. Esta credencial se irá sellando en los lugares “oficiales”
por los que el peregrino pasa, para demostrar que se está efectivamente haciendo la peregrinación. Si no fuera posible obtenerla, puede
utilizarse un diario de ruta en el que se colocan los sellos, con sus correspondientes fechas.

Otro documento que se ha recuperado es la Compostela o documento que da fe de que se ha realizado
la peregrinación. Antes se hacía en un pergamino y ahora se imprime en papel con decorados jacobeos,
en el que se hace constar en latín el nombre del peregrino, tras haberse verificado en la credencial que
se ha realizado la peregrinación.