El triunfo de la Independencia

Tras más de diez años de lucha, había ruina y miseria en vastas zonas del país. Tanto los realistas como los insurgentes habían cometido atropellos y el gobierno del virreinato no podía dominar la situación. Los habitantes de la Nueva España ya no lo apoyaban. Lo que más querían era que se restableciera la paz.

Los españoles y los criollos ricos no deseaban obedecer la Constitución de Cádiz, que estaba de nuevo en vigor, porque les quitaba privilegios, así que apoyaron la independencia. También ellos querían la paz, y convencieron al virrey de que encargase al coronel criollo Agustín de Iturbide que acabara con Vicente Guerrero, para imponer el orden y terminar con la insurrección.

Guerrero conocía bien las montañas surianas y no fue posible derrotarlo. Valiéndose del padre de Guerrero, el virrey le ofreció perdonarlo si dejaba la lucha. El caudillo respondió: "La patria es primero".

Con el apoyo de los españoles y los criollos ricos, Iturbide le escribió a Guerrero pidiéndole que se reunieran para llegar a un acuerdo. Lo hicieron en Acatempan, donde Guerrero aceptó apoyara a Iturbide.

Guerrero sabía que era muy escasas sus posibilidades de triunfo. Iturbide sabía que derrotar a Guerrero era el continuador de la lucha de Hidalgo y Morelos; Iturbide representaba el deseo de paz de la mayoría de la población y los intereses de los criollos ricos y de los españoles que vivían en América y que ya no querían depender de España.

En febrero de 1821, respaldo por Guerrero, Iturbide firmó el Plan de Iguala o de las Tres Garantías: invitaba a los habitantes del virreinato a unirse para lograr la independencia. Las tres garantías eran: una religión única (la católica), la unión de todos los grupos sociales y la independencia. México sería una monarquía constitucional. Cada garantía se convirtió en un color para la bandera de la nueva nación.

En agosto llegó a la Nueva España Juan O'Donojú, el último español enviado a gobernarla. Vió que casi todo el país apoyaba a Iturbide, así que firmó con él los Tratados de Córdoba, documento que reconocia la independencia. La rebelión de 1810 había concluido.

La nueva nación tenía ahora que organizar su gobierno y reparar los destrozos de once años de lucha. Faltaban caminos y había grandes territorios deshabitados.